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martes, 19 de abril de 2011

Contaminación radioactiva en México, la Historia

(AGRANDAR PULSANDO IMAGEN)

Publicado por Darío Ogaz Feb 14, 2011


Chihuahua 1984

Historia del crimen

Valentín Cardona
19 de diciembre de 2000

“En cuanto a los problemas futuros y dependiendo de las dosis recibidas deberá pensarse en la posibilidad de neoplasias, leucemias, cambios degenerativos (no neoplásicos) acortamiento de la vida y efectos genéticos en descendientes, por lesión en células germinales del individuo expuesto”.

Esta herencia trágica y contundente para México, fue dada a conocer “en un informe secreto”, un año después del “peor accidente nuclear en la historia de Norteamérica” por el doctor Carlos Armendáriz Carrillo, en ese entonces asesor médico de la gerencia de Seguridad Radiológica de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS).

La vida y destino de millares de mexicanos fueron decididos por el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez cuando internó ilegalmente al país una vieja bomba de cobalto con una fuente cuya actividad se estimó en 1003 Curies (Ci). La historia surgió el 17 de enero de 1984, cuando un camión que transportaba bases para mesa de acero colado paso cerca del Laboratorio Nacional de los Alamos, en Nuevo México, las alarmas para detectar radiación sonaron.

Las investigaciones realizadas por autoridades americanas, llevaron a la CNSNS al origen de la contaminación radiactiva: El “Yonke Fénix” de Ciudad Juárez, Chihuahua. 41 días antes había sido depositado en él, una fuente radiactiva de cobalto 60, contenida en la cabeza de una bomba de cobalto de la marca Picker, el equipo había sido desechado por el “Methodist Hospital” de Lubbock, Texas, y adquirido por la empresa X-ray Equipment Co. de Fort Worth, en el mismo estado.

El Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez, compró el viejo equipo a X-ray Equipment a finales de 1977 y ante la falta de técnicos calificados para su ensamble, la almacenaron.

A principios de diciembre de 1983, Vicente Sotelo Alardín, encargado de mantenimiento del Centro Médico, desmanteló el equipo por instrucciones del jefe de mantenimiento del hospital, ignorante de lo que hacía y con los golpes, la pastilla que contenía el cobalto 60 se fracturó, dejando escapar 6010 pequeñas partículas del material contaminante. Luego, lo subió a una camioneta pick-up con la ayuda de Ricardo Hernández y lo llevó a vender por fierro viejo al Yonke Fénix, lugar en donde las partículas se diseminaron provocando una enorme contaminación radiactiva.

Grave fue, cuando miles de toneladas del material contaminado fueron enviadas a dos grandes fundidoras; Aceros de Chihuahua, S.A. de C.V.(Achisa) y la maquiladora Falcón de Juárez S.A., quienes con el material contaminado, produjeron varillas para construcción y bases para mesa respectivamente. Achisa, por su parte envió materiales contaminados a cuando menos siete fundidoras más, de acuerdo con la CNSNS, sólo en tres se encontró contaminación: Fundival S.A. de Gómez Palacio, Durango; Alumetales S.A. de C.V. de Monterrey, Nuevo León y Duracero S.A. de San Luis Potosí. Al paso de los días crecían el número de personas y viviendas afectadas por la contaminación en todo el país, y ninguna autoridad se hacía responsable directa del problema, se llegó al extremo de improvisar a “expertos” para que realizaran labores de detección en la mayor parte del país.

El ocultamiento de la información a la población, desde todas las esferas gubernamentales, dificultó la detección de varillas contaminadas dejando de manera criminal, en pie, muchas de las construcciones contaminadas o bajo la “decisión” sobre que hacer con ellas de los mismos propietarios. En efecto, el ingeniero Hermenegildo Maldonado Mercado en esa época jefe del área de Instalaciones Nucleares de la CNSNS y actual jefe de Evaluación y Licenciamiento declaró a la revista Proceso (398), que “ha habido más reserva de la deseable” y lo atribuyó al “temor” de las autoridades ante alguna prensa alarmista que pudiera tergiversar las informaciones.”De hecho, dijo, la prensa ha buscado sangre en este accidente”. La PGR conoció de la denuncia interpuesta por la CNSNS en marzo de 1984, pero fue guardada como “secreto de estado”.





GENOCIDIO

La tragedia que llevaría a México a ocupar el primer lugar en contaminación radiactiva en América, pronto fue minimizada por las autoridades federales, “todo bajo control”, se dijo.

Más de 180 trabajadores de Achisa fueron “comisionados” para juntar con sus manos y palas la tierra radiactiva del lugar y almacenarla en bolsas y tambos… Bajo la supervisión de técnicos de la CNSNS, que mientras daban instrucciones, se protegían detrás de tambos llenos de agua.

El doctor Abelardo Lemus Rocha, accionista del Centro Médico, nada hizo para asegurar la bomba de cobalto, ni siquiera existían señalamientos sobre su peligrosidad. El hermetismo con que fue manejado el accidente nuclear, sólo tenía una explicación, Clemente Licón Baca, accionista también y miembro del Consejo de Administración de Centro Médico era al mismo tiempo oficial mayor de la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal, a cuyo orden se encontraba la CNSNS.

18 años después, surgen irregularidades cometidas por la CNSNS, cuya misión: “Asegurar que en las actividades en donde se involucren materiales nucleares, radiactivos y fuentes de radiación ionizante se lleven a cabo con la máxima seguridad, considerando los desarrollos tecnológicos actuales”, fue olvidada por quienes participaron en la sucia operación de limpieza del país.

En efecto, rebasadas las autoridades por el tamaño del problema, se enfrascaron en buscar la justificación de su impotencia, paradójicamente Hermenegildo Maldonado Mercado realizó estudios para “justificar” el uso de las varillas contaminadas en la construcción, parte de sus conclusiones están contenidas en “el informe secreto” que elaboró para la CNSNS. En el trabajo nombrado “Criterio para determinar el uso de varillas contaminadas con cobalto 60 en la construcción de puentes” que Maldonado Mercado elaboró junto con el ingeniero Arturo Parra I, se menciona: “Como es del conocimiento general, existe una gran cantidad de varilla contaminada con cobalto 60, consecuencia de la fundición de chatarra que contenía parte del material radiactivo de una fuente de teleterapia”.

“El presente análisis tiene por objetivo, demostrar que el uso de esta varilla es factible, con un bajo riesgo (sic) para la población y que permitiría abatir las perdidas económicas para el país. Cabe señalar que el contenido de cobalto 60 de las varillas es muy variable, yendo desde 0 hasta una cantidad máxima que provoca una rapidez de exposición a contacto de 30 mR/hr, y de 3mR/hr a un metro de distancia por varilla, por lo que conviene considerar su uso racional (sic) conforme a las diferentes partes que constituyen el puente”.

Y es que, también, luego de la nacionalización de la banca decretada por José López Portillo, Achisa pasó a engrosar la lista de paraestatales del Estado. Un testigo que elaboró varios de los informes “confidenciales” para la CNSNS, explica al reportero: “En febrero de 1985, nos reunimos varias personas en Veracruz, para realizar una reunión de trabajo confidencial sobre la gravedad del asunto de Chihuahua. Se nos dijo que se trataba de un asunto de seguridad nacional”. Nuestro testigo aseguró que la función de la CNSNS es la de “salvaguardar” la seguridad de la población mexicana y no la de “proteger la economía” de una empresa productora de varilla. El problema, dijo, fue la cantidad de varillas y alambrón contaminado que el gobierno había adquirido de la fábrica, entonces se buscó justificar la “no devolución”. Lo grave, enfatizó, es que “se permitió de manera criminal el uso de miles de toneladas de material contaminado”. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la situación de México en el número de muertes por neoplasias malignas es aterradora, y en efecto, mientras en 1983 murieron por este mal 13,915 hombres y 16,651 mujeres, en 1993 aumentó la cifra a 21,128 hombres y 23,811 mujeres, lo que representó un aumento descontrolado de muertes del 52 y 43 por ciento respectivamente, contra el 16 por ciento de crecimiento en la población de hombres y 18 por ciento en mujeres. Las cifras disponibles hasta 1995 son aún peores: 60 por ciento en incremento de muertes, contra 21 por ciento de aumento en la población.

LAS PRIMERAS VICTIMAS

Cuando Vicente Sotelo regresó del Yonke Fénix, dejó parada la camioneta Datsun blanca propiedad del Centro Médico en la calle de Aldama entre Azucenas y Gardenias por 40 días, luego la llevó al frente de su domicilio, en Aldama número 1981 Colonia Altavista, donde permaneció 10 días más, en un barrio de los más densamente poblados y pobres de Cd. Juárez. Se comprobó que los habitantes de 12 manzanas alrededor del vehículo estuvieron expuestos a 200 mR/hr y que algunos niños que jugaban sobre el vehículo y personas que se metían a platicar por largas horas, pudieron haber recibido varios miles de mR/hr. Así, más de 4000 personas sufrieron los embates de la radiación por largo tiempo. Y cuando menos en 20 estados de la República Mexicana se encontraban diversas cantidades de varilla contaminada y miles de casas habitación así como edificios públicos y privados, habían sido construidos. Para efectos prácticos y estadísticos de medición de dosis recibidas, se considera que 1 Roentgen es igual a 1 rad, igual a 0.01 Gray (Gy). Un ser humano expuesto de .8 a 2 Gy podría ser dañado crónicamente; con 4 Gy se presentaría la muerte al 50 por ciento de los afectados en cuatro semanas; con 6 a 8 Gy moriría el 100 por ciento en aproximadamente tres semanas y con 100 Gy, la muerte sería casi inmediata. Los médicos asesores de la CNSNS tuvieron su primera visita médica con los afectados el 28 de enero de 1984, hasta entonces, “pudieron deducir” que el accidente a los trabajadores había ocurrido en un tiempo máximo de 10 semanas antes de su visita médica.

El doctor Guillermo Castañeda C., quién participó como asesor médico de la CNSNS, consignó en el “informe secreto”: “El total de las personas estudiadas se calcula en unas 200 aproximadamente, de las cuales unas 70 pertenecen a empleados del Yonke Fénix I. De los empleados del Yonke Fénix I, 68 comenzaron a ser estudiados en el hospital General de Zona No. 35 del IMSS por ser derechohabientes. Los irradiados, vecinos de la camioneta abandonada, comenzaron a ser estudiados en el centro de salud B de la SSA, en Ciudad Juárez”.

Los asesores médicos de la CNSNS tuvieron su primer contacto con los afectados a través del subdirector del Hospital General de Zona No. 35, Héctor Iturriaga, quién mostró a los asesores los expedientes clínicos. Dice el informe: “De 68 casos pertenecientes a trabajadores del Yonke Fénix I, se encontró que sólo 3 personas mostraban disminución de glóbulos sanguíneos: Agustín Villanueva, 16 años; Pedro Torres Abad, 28 años y Carlos Casas Díaz, 39 años. Estas personas por mostrar depresión de su médula ósea, fueron asignados para su manejo al Hematólogo del Hospital, Dr. Ignacio Aguirre Aguirre. Dichos pacientes fueron examinados por nosotros, no encontrando sintomatología aguda por radiación, sólo la disminución de glóbulos sanguíneos y uñas pigmentadas. El resto de las personas irradiadas no mostraron sintomatología ni clínica ni hematológica. En los tres más afectados se consideró que recibieron radiación a cuerpo entero en forma crónica y a dosis bajas”. Un médico que entonces trabajaba en la clínica 35 del IMSS explica: “De repente nos avisaron que recibiríamos pacientes del ‘programa cobalto’ fueron días de mucha presión, porque aparte del trabajo que teníamos nos sumaron como 60 pacientes del programa, hubo muchas improvisaciones y lo único que hacíamos era sacar sangre para hacer biometrías hemáticas, luego de poco tiempo, la gente ya no regresó; había gente que no tenía ni para pagar su camión”. El doctor recuerda: “Me acuerdo muy bien que una señora de apellido Perzabal, al parecer una de las vecinas de donde se quedó parada la camioneta murió rápido, poco tiempo después”.

Las estrategias emprendidas por los asesores médicos de la CNSNS, incluyeron “juntas para establecer objetivos”, entre otros, para “establecer los cauces de la información para centralizarla en la SSA, a través del Dr. Juan Rauda Esquivel”. En efecto, en una reunión el 2 de febrero de 1984, se debatió sobre los casos de Carlos Casas Hernández, de 14 años, “pepenador del Yonke Fénix”; Ricardo Hernández Villela, de 24 años, “quien manipuló el cilindro contenedor de la fuente y que presenta una zona cicatricial atrófica en región tenar de la mano derecha correspondiente al sitio de mayor aproximación a la fuente. Su biometría hemática dentro de límites normales”. Vicente Sotelo, de 29 años, “chofer de la camioneta, quien no presenta sintomatología por radiación, su biometría hemática dentro de límites normales”; Cecilio Ibarra Solís, de 13 años, “vecino que jugó arriba de la camioneta. No presentó signos ni síntomas de radiación, su biometría hemática dentro de límites normales”.

Victoria Salcido Gallegos, de 40 años; Margarita Arroyo Bravo, de 53 años y Victoria Salcedo Saldivar, de 42 años, “vecinas de la camioneta que permanecieron en la vecindad de la misma un tiempo importante. Sus biometrías hemáticas dentro de límites normales. El resto de los vecinos fueron estudiados en el Centro de Salud B de la SSA en Ciudad Juárez, no mostrando sintomatología ni alteración hematológica”. El informe concluye: “Los pacientes más afectados de ambos grupos que presentaron signos y síntomas por radiación y los que desarrollaron un síndrome hematopoyético par radiación y su evolución cromológica, se describirán a continuación, y posteriormente los estudios cromosómicos y su relación con las dosis recibidas. Se estudiaron los 10 pacientes que a continuación se enumeran por haberse considerado hasta el momento, los más afectados: Agustín Villanueva García, Pedro Torres Abad, Carlos Casas Díaz, Benito de la Rosa Zapata, Vicente Sotelo A., Ricardo E. Sotelo Rodríguez, Tomás Saucedo Quiroga, Ricardo Hernández Villela, Carlos Casas Hernández, Carmen Perzabal Padilla”.

En 1991, Benjamín de la Rosa, de 59 años y trabajador del Yonke Fénix, murió a causa de un extraño cáncer en los huesos, su familia y doctores culparon al cobalto.





EL PAIS DEL MIEDO

El 22 de julio de 1993, Helen Ingram, directora del Centro Udall para estudios de politicas públicas de la Universidad de Arizona envió un reporte a Carol Browner, administradora de la Agencia de Protección al Ambiente de los Estados Unidos, el informe dio cuenta del análisis que la Univesidad de Arizona realizó para la formación del Proyecto México-Estados Unidos para la Protección del Ambiente en la Frontera. Como “prioridades no analizadas con la suficiente seriedad” la Universidad de Arizona destacó: “Materiales Radiactivos y residuos. Esta recomendación merece cuidadosa atención, prevención y preparación. La región Texas-Chihuahua es víctima de las consecuencias de un inadecuado desecho de equipo médico cargado con cobalto 60; las consecuencias han sido dramáticas y todavía no resueltas. El impacto potencial de esos residuos podría aun en pequeñas cantidades ser desastroso, como aquellos inadecuados manejos de residuos y materiales peligrosos”.

Luego de que entre 1977 y 1992 fueron cerrados seis de los más grandes confinamientos de residuos radiactivos en los Estados Unidos, los científicos descubrieron que dosis bajas y constantes de radiación causan cáncer, malformaciones y mutaciones, con mayor frecuencia que al recibir altas dosis en pocas exposiciones, también, se hicieron patentes enfermedades raras, muertes, contaminación de mantos acuíferos, erosión de tierras, mutaciones y radiación en flora y fauna entre otros efectos. Fue hasta el mes de noviembre de 1984 cuando se depositó el material contaminado en el sitio conocido como la piedrera cercano al ejido “El Vergel”, para esto, fue necesario cambiar la ubicación en tres ocasiones y mover las miles de toneladas de material contaminado aumentando los riesgos de nuevas contaminaciones. Fueron entonces más evidentes las decisiones políticas que las de protección urgente a la comunidad y al medio ambiente.

La herencia no escoge: 18 años después del “accidente”, miles de “casos raros” como mutaciones y malformaciones surgen por doquier, y muertes por “etiologías desconocidas” son justificadas por los médicos en nuestro país.

EL ASESINO INVISIBLE

La denuncia interpuesta por la CNSNS en la Procuraduría General de la República (PGR) bajo el mando de Sergio García Ramírez “contra quien resulte responsable”, no rindió frutos en el sexenio del presidente Miguel de la Madrid Hurtado, tampoco la que interpuso la Secretaría de Salud. Clemente Licón Baca, señalado como el dueño de Centro Médico, se desempeñaba como oficial mayor de la Secretaría de Energía Minas e Industria Paraestatal, encabezada por Francisco Labastida Ochoa, quien llevó al fracaso al Programa Nacional de Energía. El “accidente” nuclear se dio cuando Emilio Gamboa Patrón era secretario particular del presidente; Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación; Guillermo Soberón, secretario de Salud; Arsenio Farell Cubillas, secretario del Trabajo; Carlos Salinas de Gortari, secretario de Presupuesto y Marcelo Javelly Girard, secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, todas ellas, dependencias relacionadas en la solución al accidente nuclear.

Pero no eran los únicos lazos que Licón Baca mantenía con el poder, antes, se había desarrollado como gerente de operaciones comerciales de los Fideicomisos de la Cera de Candelilla; asesor del director general del Departamento de la Industria Militar; asesor económico y administrativo del coordinador general de COPLAMAR; asesor del director general de la Comisión Federal de Electricidad; tesorero del gobierno de Chihuahua; asesor del gobernador del estado de Chihuahua; asesor del gerente general de la Compañía Exportadora-Importadora Mexicana y coordinador general de campañas senatoriales y gubernamentales del estado de Chihuahua.

El doctor Abelardo Lemus Rocha, segundo de Licón Baca, aceptó que la bomba de cobalto fue depositada en las bodegas de la institución, también, que nunca se alertó a los trabajadores de la peligrosidad del aparato. Dijo tener una confesión ante notario y gravada en videotape en el sentido de que Vicente Sotelo había robado la bomba (Proceso 413), en el mismo número, Sotelo desmintió a Lemus y aseguró que fue acosado y obligado a firmar el documento.

Siete años después, cuando ya nadie se acordaba del “accidente” de Ciudad Juárez, Vicente Sotelo fue aprendido, se le acusó de “robo y por atentar contra la salud pública”, en la cárcel le apodaron “El Cobalto” y en 1993, recuperó la libertad. El doctor René Franco Barreno, opositor al establecimiento del cementerio nuclear en Chihuahua, exdiputado y miembro del PRI en ese entonces, tal vez no se percató del alcance de su discurso, dijo a los medios en 1984: “¿Qué autoridad tiene derecho moral de poner precio a la salud pública? Todo lo hicieron a escondidas y mal. La Comisión de Salvaguardias hizo apenas su debut en este caso; la verdad, es que estamos en pañales en asuntos de radiaciones. Juegan con la salud, juegan con nuestra economía, juegan con todo”.

FUENTE ORIGINAL: pinchar aquí







REPORTAJE: ¿QUE ESTÁ FALLANDO?

Retorno a Chernóbil

Cerca de 3.500 personas trabajan para cerrar el sarcófago de la central nuclear, uno de cuyos reactores estalló hace 25 años. EL PAÍS visita las ciudades fantasma de la zona de exclusión

PILAR BONET | Chernóbil (Ucrania) EL PAIS 17/04/2011

En el cuarto de siglo transcurrido desde el accidente de Chernóbil, la central nuclear ucrania y sus alrededores se han transformado en un espacio en el que se entretejen realidades y mitos. Chernóbil, a 120 kilómetros al norte de Kiev, fue clausurada en 2000, catorce años después del accidente. Sin embargo, mientras las cargas radiactivas de su interior no sean almacenadas de forma estable y segura, la central sigue siendo un problema pendiente.

Los "liquidadores" que combatieron la catástrofe forman un contingente de 219.000 personas en Ucrania

Fueron evacuados 130.000 residentes y cerca de 25.000 fallecieron por causa del accidente

Un consorcio internacional ha comenzado a construir la nueva cubierta para el sarcófago que protege el reactor número 4, el que hizo explosión en la madrugada del 26 de abril de 1986. La futura cubierta, en forma de arco de 105 metros de altura, impedirá las filtraciones de agua y también las fugas de radiactividad. Con su protección y la ayuda de robots, tal vez un día sea posible acometer el desmontaje del reactor. La semana próxima, los donantes internacionales se reúnen en Kiev. Su fin es conseguir 740 millones de euros para acabar de financiar la infraestructura necesaria para la seguridad de Chernóbil y el almacenamiento de sus residuos.

De momento, las excavadoras remueven la tierra junto a la central y el polvo que levantan ha incrementado el nivel de radiación, según constata, dosímetro en mano, el biólogo Igor Chizhevski, mi guía en un viaje por la zona de exclusión de 30 kilómetros. El periplo de dos días cuesta 470 dólares e incluye una pernoctación en Chernóbil: su casco urbano está situado a 15 kilómetros de la central a la que ha dado su nombre. Lo organiza una de las agencias autorizadas por el Ministerio de Emergencias.

La zona de exclusión en torno a Chernóbil tiene un radio de 30 kilómetros, donde trabajan cerca de 3.500 personas. La mayoría se desplaza desde Slavutich, la ciudad (fuera de la zona de exclusión) que sustituyó a Prípiat como lugar de residencia de los trabajadores del sector nuclear.

Prípiat fue fundada en 1970 a poco más de un par de kilómetros de la central y cuando ocurrió el accidente tenía casi 48.000 habitantes. Todos ellos fueron evacuados en contados días en un éxodo que afectó a 130.000 personas, sumadas otras localidades cercanas. La que fuera una ciudad confortable y bien abastecida es ahora un paraíso para los fotógrafos, no solo por ilustrar el triunfo de la naturaleza sobre lo urbano, sino también por las imágenes que inspira. En una escuela, sobre un pupitre, hay un tocadiscos con un disco (la sinfonía 40 de Mozart) y un cuaderno del curso 1983-1984 entreabierto por una página en la que alguno de los pedagogos escribió: "El grupo está formado por 36 personas...". En una guardería, todas las muñecas han sido disfrazadas con máscaras antigás. Son "naturalezas muertas", composiciones forzadas en un escaparate de ruinas.

Prípiat fue acuñando su imagen de ciudad fantasma. Tras ser evacuada, la localidad funcionó parcialmente durante más de una década. Igor Chizhevski cuidaba unos invernaderos experimentales desde 1993 y también iba a la piscina. Los nadadores eran tantos que había que "pedir hora", explica frente a un agujero de 25 metros de longitud, aún forrado de azulejos. Cuando la central de Chernóbil se cerró en 2000, las actividades cesaron simplemente porque se cortó el suministro energético.

En Prípiat estaba Yupíter, una fábrica militar secreta identificada solo con un número. Camuflada como productora de magnetófonos, Yupíter "hacía piezas para la industria de defensa", afirma Nina, que trabajó en aquella empresa. Tras el accidente, los talleres de Yupíter siguieron abiertos. "Los años noventa fueron terribles. Los sueldos eran de miseria", explica. En Yupíter se instalaron "unidades de especialistas en energía atómica que participaban en la descontaminación de la central", explica Vladímir Jolosha, presidente de la agencia estatal responsable de la zona de exclusión.

En los talleres desmantelados de Yupíter quedan filtros, válvulas y roscas esparcidos por el piso de cemento. Las instrucciones de seguridad que aún pueden encontrarse entre los escombros llevan fechas de los noventa. "Se llevaron el metal para venderlo. No por afán de lucro, sino por desesperación. Había que sobrevivir", dice Nina, que hoy cobra el equivalente a 280 euros como encargada de la residencia de Chernóbil. En los noventa, su sueldo no llegaba a los 10 dólares. En teoría, está prohibido sacar objetos de la zona sin los debidos controles de radiación, pero el contrabando de metales, maderas, ladrillos y enseres ha sido un fenómeno crónico.

Todo lo que podía ser vendido ha desaparecido en Prípiat: barandillas, bañeras y radiadores de metal, cañerías, cables y muebles. Desafiando el tiempo, queda el papel: periódicos con las consignas del Partido Comunista, libros de marxismo, juegos infantiles de inspiración militar y escudos de la URSS.

La zona evoca un inquietante parque temático. Hay en ella barcos abandonados que transportaron materiales para construir el sarcófago y cementerios de vehículos y aviones usados en las tareas de descontaminación, como el de Rossoja, el más grande. El entorno más secreto, al que no llegamos, tal vez fuera Chernóbil-2, una ciudad militar al servicio de unas instalaciones de radar ultramodernas que podían detectar los lanzamientos de cohetes en Estados Unidos. Fantasmales son las siluetas rojizas que debían convertirse en el quinto y el sexto reactor, y el gigantesco silo que debía almacenar el combustible utilizado. Este proyecto de 1999, auspiciado por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo e iniciado por la empresa francesa Framatome, nunca llegó a terminarse y "constituye un monumento a la incompetencia y también al derroche por los que nadie ha respondido", afirma una fuente europea del sector energético.

En la zona de exclusión viven unas 210 personas, de las cuales cerca de 100 residen en Chernóbil. Otras hacen turnos, como Nina, que pasa 15 días en esta localidad y 15 días en Kiev. La residencia donde trabaja fue erigida para los especialistas, pero aloja también turistas. Siete mil visitantes vinieron a Chernóbil en 2010, y este año se esperan más. Nina trae sus provisiones y procura no probar los alimentos locales. Los turistas comen en la cantina de los trabajadores de la central.

En las aldeas derruidas viven familias que se resisten a marcharse o que regresaron tras ser evacuados, como Vasili y Motrona Lavrienko, que recibieron casa en Kiev, pero volvieron a Teremtsí, su aldea, situada en un lugar idílico, en la confluencia del río Prípiat con el Dniéper. Los Lavrienko trabajaron en los servicios de navegación fluvial hasta que estos fueron suprimidos, porque no eran rentables y porque Bielorrusia "vendió sus lanchas a Nicaragua", según cuenta Vasili, que a sus 55 años es el más joven del pueblo. En Teremtsí, dice, viven 30 personas. La familia Lavrienko es trabajadora y hospitalaria. Su jata (modesta vivienda rural ucrania) está ordenada y limpia. Motrona nos ofrece un plato de aromático pescado frito. Lo han pescado en el Dniéper y no deberíamos comerlo sin medir su radiación. Teremtsí es un entorno relativamente limpio.

Los Lavrienko pagan por la electricidad, que era gratuita antes del accidente. La cocina es calentada por un horno de leña e iluminada por una bombilla de bajo consumo. "Nos la trajo nuestra hija", afirma Vasili. La hija, de 40 años, y la nieta, de 20, viven en Kiev. Desde que subió el precio de la gasolina vienen menos a Teremtsí. "Mi hija quiere venir aquí cuando se jubile, y mi nieta se crió aquí", afirma Motrona. Los Lavrienko tienen su propio huerto, sus gallinas, un cerdo y una yegua. Se desprendieron de la vaca porque el buey más próximo estaba a 25 kilómetros, en territorio de Bielorrusia. Según la normativa, los Lavrienko son ilegales en su propia casa. En la práctica, son una realidad aceptada por las autoridades. Camionetas de abastecimiento recorren los pueblos de la zona y venden leche, aceite, mantequilla, pan y otros comestibles a los campesinos.

Al caer la noche, el silencio es absoluto en el pueblo de Chernóbil, aunque el alcohol fluye en abundancia entre los trabajadores que se reúnen tras la jornada en un café. Todos se preparan para celebrar el 25º aniversario. Repintan la iglesia y el monumento a los bomberos que fueron víctimas de la radiación, cuando les enviaron a la central sin la protección adecuada.

En Kiev, Yuri Andréyev, presidente de la Unión de Chernóbil de Ucrania, calcula que miles de personas (la cifra que suele manejarse es de 25.000) murieron por causas vinculadas de forma directa o indirecta con Chernóbil. Los "liquidadores" (profesionales de distintas especialidades que combatieron la catástrofe) forman un contingente de 219.000 personas en Ucrania, señala Andréyev, un ingeniero que era jefe de turno del segundo bloque el 25 de abril de 1986. Andréyev recibió una dosis de radiación de primer grado, pero la aguantó "de pie" sin pasar por la clínica. Posteriormente tuvo que ser operado de un tumor en las cuerdas vocales. Andréyev acusa al Gobierno de haber liquidado los programas de construcción de viviendas para inválidos y de paralizar la evacuación de las familias que residían en zonas contaminadas fuera del perímetro de la zona. Andréyev prepara una manifestación de protesta porque el Gobierno quiere desvincular las subidas de pensiones de las compensaciones a los veteranos de Chernóbil.

Mientras tanto, en otro barrio de Kiev, Mijaíl Grishankov y Valentín Odégov opinan que ya es hora de poner orden en la proliferación de liquidadores. Los dos son miembros de la asociación Hermanamiento, que integra a veteranos de Chernóbil y de Afganistán. Cuando ocurrió el accidente eran oficiales de destacamentos especiales del Ministerio del Interior. A Odégov le mandaron a apagar un incendio sin informarle de la naturaleza radiactiva del mismo, pero a los pocos días le hicieron volver a Kiev "para asegurar el orden público en la carrera de bicicletas del 1 de mayo". A Grishankov le mandaron a evacuar a la población. "Metía a la gente en autobuses casi con lo puesto, rodeaba el pueblo de alambre de espino, ponía un centinela para que no saqueasen el pueblo", cuenta.

Los ucranios están hoy divididos sobre la energía atómica. Un 66,2% opina que las centrales nucleares de su país no son seguras, frente a un 27,1% que opina lo contrario, según una encuesta del Instituto de Gorshenin realizada en marzo. Un 54,9% teme que la avería en la central de Fukushima pueda repercutir negativamente en su salud y un 5,2% vincula el futuro de Ucrania a la energía nuclear. Un 38,7% es partidario de las energías alternativas; un 28%, de explotar los yacimientos propios de gas y petróleo, y un 17,4%, de apoyar la industria del carbón. Además, un 81,9% de los ucranios consideran peligrosa la central de Chernóbil y el 85,1% se oponen a la construcción de un depósito de residuos radiactivos en su país.

Ucrania tiene cuatro centrales nucleares que producen cerca de un 50% de toda su electricidad. Kiev, sin embargo, se replantea la ambiciosa estrategia que preveía la construcción de 20 nuevos reactores de un millón o más de kilovatios cada uno para 2030. Esta estrategia está en proceso de "corrección" y sus objetivos van a "rebajarse", señala Natalia Shumkova, vicepresidenta de la compañía EnergoAtom, dependiente del Ministerio de Energía. Las correcciones, matiza Shumkova, tienen que ver con las realidades económicas y son anteriores a Fukushima. Del accidente en la central japonesa, Ucrania "está sacando todas las conclusiones organizativas y técnicas pertinentes, pero debemos esperar un poco para hacer planes. Debemos reflexionar antes de tomar decisiones que afectan al desarrollo energético, la economía y el destino del Estado", afirma.




Consejos en caso de alarma nuclear

Radiaciones, el mal silencioso

La tragedia de Japón ha puesto en alerta al mundo, de nuevo, sobre el peligro que suponen las radiaciones en el ser humano. Los expertos ofrecen consejos prácticos en caso de alarma nuclear.

“La radiación ni se ve ni se huele, pero sus efectos son a largo plazo, y dañarán la salud y el medio ambiente durante años”, asegura el radiobiólogo Eduard Rodríguez-Farré. Hoy el planeta tiene los ojos puestos en el desastre ocurrido en la central nuclear de Fukushima (Japón) y se difunde el miedo a la posible contaminación por las radiaciones.

En el país del sol naciente las poblaciones circundantes al desastre han sido desplazadas a refugios seguros y ha sido proporcionado a la población más expuesta, yoduro de potasio (KI). Este compuesto es una forma común de sal, similar a la sal de mesa que protege a la glándula tiroidea de la radiación y el consiguiente cáncer causado por el yodo radioactivo. Hasta la fecha, en Fukushima “22 personas se han visto expuestas a radiación”, según informa el ministro portavoz de Japón, Yukio Edano.

Qué hacer en caso de alarma nuclear

Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. dan las pautas básicas en caso de alarma radiactiva, según recoge el diario español El Mundo. Es indispensable encerrarse en un lugar que tenga el mínimo contacto con el aire del exterior, mantener las ventanas cerradas y apagados los sistemas de ventilación.

También las mascotas deben de protegerse del contagio para no ser un foco de radiactividad tras la alarma. Según estos expertos resulta necesario preparar un "kit" básico de supervivencia con alimentos, bebidas, dinero, linternas, pilas, medicamentos y objetos personales, y aconsejan mantener la radio encendida para estar informados por las autoridades en todo momento.

Dar un remedio para las partes contaminadas es tarea más complicada. Rodríguez-Farré argumenta que, ante la principal vía de contacto con los contaminantes, la inhalación, son sólo efectivas las pastillas de yodo. El experto también añade que "el contacto con la piel se elimina limpiando y cepilla+ndo el cuerpo, el pelo y las uñas con detergente y desechando la ropa".

Efectos del cuerpo humano

Rodríguez-Farré explica que existen más de sesenta contaminantes radiactivos distintos en el núcleo de un reactor nuclear.

“Los que tendrían mayores consecuencia para la salud humana serían el yodo, el estroncio 90 y el cesio”, indica. Y añade que “el yodo afecta directamente y deja mutaciones en los genes, pudiendo desarrollar el cáncer de tiroides; el estroncio se acumula en los huesos durante treinta años y continúa irradiando el organismo y el cesio queda depositado en los músculos”.

Otras consecuencias posibles de una exposición intensiva a las radiaciones son: malformaciones, cáncer de piel, cataratas, destrucción de la glándula tiroides, cáncer de pulmón, leucemia, problemas de estómago y daño en los sistemas de reproducción, informa también el mendionado diario español.

El efecto de las radiaciones, afirma el radiobiólogo, “se va bioacumulando, es decir, va pasando de un ser vivo a otro y va empeorando”. El medio ambiente, por tanto, se ve igualmente afectado cuando la contaminación se infiltra en la cadena nutritiva. A los vulnerables humanos sólo nos queda tomar el máximo de medidas posibles para aminorar esos efectos.



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